lunes, 18 de junio de 2007

El Milagroso


Me cambiaron de celda, la Corte Suprema considero muy necesario mi reubicación y aislamiento, eso de acuchillar a 20 personas accidentalmente, nadie lo entiende. Al llegar, revise mi catre, no tiene nada punzante, el Fiscal repitió hasta hartarme que debía estar alejado de las cosas filosas, si supiera que encontré una cuchara dentro de un tubo del catre estaría iracundo… Lástima que no es un cuchillo, ni siquiera tiene punta.

Esta cuchara tiene grabada en su reverso “Garavito”. Que estupidez grabar un nombre. Tengo una gran verruga en la espalda, mis regordetas manos no me permiten rascarme, por fortuna tengo la cuchara, mientras me daba placer, escuche a los guardias conversando sobre Garavito, el mataniños, fue declarado inocente y es libre. Que afortunado soy, tengo el amuleto de este compañero de sufrimiento; el destino me ha escogido, aun con cadena perpetua no debo perder las esperanzas de que seré libre.

Todos los presos saben que tengo la cuchara de Garavito, todos quieren tocarla y pedirle un deseo… Salir de aquí. En mis 10 minutos de socialización pasa de mano en mano, siempre estoy pendiente de que no me la roben ni me la cambien, ella regresa a mí sana y salva.

Jaime salio ayer libre, se que el llevaba muchos años aquí, inclusive el perdió la cuenta. El hombre que violaba a su madre, hermana y abuela tocaba la cuchara todos los días… Realmente fue un milagro, ahora el alboroto aquí es mayor, los guardianes nos observan con desconfianza.

Entraron a mi cuarto, revolcaron todo, golpearon paredes, rompieron mi ropa, destrozaron mi colchón y llegaron al extremo de introducir la mano en el inodoro… ¡Que porquería! Se arrojaron sobre mí y violentaron mi piel buscando al “Milagroso”, lo encontraron, pero fracasaron al querer quitármelo. Se escucharon 4 cloc cloc… El Milagroso les quito la vista, ahora ellos perderán su empleo, pues a nadie le sirve un par de vigilantes ciegos.
Al ver al par de invidentes, tuve un presentimiento que me oprimía el corazón, esto me impulso a encomendarle al “Milagroso” a Maximiliano. Le lance la cuchara a su celda. Llegaron por mí, me gritan, me golpean y me llevan a un cuarto oscuro en donde siento que mi verruga es atravesada por un metal delgado y muy frío, mis gorditos se agitan por la electricidad, luego convulsiono. Y muero.

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